El aliento que curaba la rabia
El profesor-tutor e historiador Manuel Domínguez García cerró los cursos de verano de la Uned de Motril con el apasionante y desconocido tema de “los saludadores”
MOTRIL (Granada). Julio 2016 / El profesor-tutor del centro asociado de la Uned de Motril e historiador Manuel Domínguez García destapó la caja de las sorpresas, en el cierre del último de los cursos de verano de la Universidad de la Costa, cautivando al alumnado oficial y a los numerosos asistentes libres con uno de los temas más desconocidos de la historia oculta de España: Los saludadores.
Se trata de un fenómeno exclusivo de este país. No eran magos ni brujos, sino personas que tenían cierta virtud “cierta gracia dada gratis”, posiblemente por la divinidad o por el demonio o por la propia medicina natural y que podían curar la rabia “no con mejunjes ni hierbas, sino con la saliva o el aliento”, relataba Manuel Domínguez, quien dibujó con extraordinaria precisión una figura muy extendida desde la Edad Media hasta prácticamente la época actual; “de hecho, cualquier ayuntamiento que se considerase de cierta entidad tenía un saludador en nómina”, explicaba el ponente, por lo que se convierte en un personaje de importancia que pone en tela de juicio el concepto de superstición cristiana ya ni siquiera la propia Iglesia, e incluso la Inquisición, se ponen de acuerdo en lo que representa el saludador.
Se caracterizaba por “haber llorado en el vientre de la madre o tener unas señales físicas, siendo además inmune al fuego”. Tan inquietante personaje tuvo reflejo en el propio Motril “donde se cuenta que lo metieron en un horno y no se quemó”.
Toda esta casuística transmitida de manera oficiosa bajo la propia corriente histórica ha sido objeto de no pocas controversias, como relataba Domínguez García. Sin embargo, mientras que la brujería se acabó extinguiendo por sí misma en torno al siglo XVIII, los saludadores alcanzan el XX. “Hoy en día sabemos, lógicamente, que la rabia no se cura ni con la saliva ni con el aliento… pero lo curioso es que tuvieron una gran aceptación popular y se mantienen durante centurias, por lo que algo tuvieron que hacer…”, añadió Dominguez lanzando nuevos interrogantes.
La existencia de saludadores oficiales, anteriormente citados, evidencia que los consistorios o cabildos municipales no escatimaban medios para contar con sus servicios, “esto no tiene explicación y, de hecho, el de Motril pagaba a un saludador de Adra, sobre todo en los periodos en que había lobos rabiosos en la zona y algo debió hacer porque, de lo contrario, a la primera lo hubieran largado”, explicaba el ponente.
Y así, este personaje a medio camino entre la magia y lo divino, se convierte en un ser incólume y necesario en decenas de ciudades de pequeña y gran población en toda España, como curador y sanador.
Fermín Anguita / Prensa Uned Motril / Julio 2016